Vértigo / Sebald

Vértigo
W.G. Sebald
Editorial Debate, 203 páginas, 2005.

  El pasado es un país extranjero: hacen las cosas diferentes allí. Esta frase de L. P. Hartley bien podría servir de marco a las peregrinaciones literarias de W.G. Sebald (Los emigrantes, Los anillos de Saturno), un autor alemán hasta hace poco relativamente secreto, perteneciente a ese pequeño club prestigioso de los escritores que son admirados por otros escritores. Vértigo es en realidad el primer libro de Sebald. No se trata, más allá de lo que diga la solapa, de una novela en ningún sentido esperable, sino de cuatro textos independientes, que guardan unas pocas conexiones entre sí, y que parecen prefigurar en todo caso más bien una identidad literaria y estilísta del autor, como si hubiera querido señalar cuál considera su “familia” de pertenencia estética. O quizá, una manera indirecta de escribir, a través de vidas de otros que considera cercanas, fragmentos de su autobiografía. Así, el primer texto, “Beyle o el extraño hecho del amor”, es una crónica biográfica de Henry Beyle, que arranca con su ingreso al ejército y su participación, a los diecisiete años, en una legendaria campaña napoleónica que cruza los Alpes, cuando está todavía a varios años del momento en que se propondría llegar a ser el escritor más grande de su tiempo y, entre los más de cien seudónimos que probaría, todavía no ha ensayado el de Stendhal.
   El segundo relato es un larguísimo deambular en 1980 del autor, o su alter ego, desde una estadía inicial en Viena hacia Venecia (donde se recuerda al pasar, en uno de los mejores momentos del libro, episodios del horrible cautiverio de Casanova) y luego a otros pueblos de Italia, siguiendo pistas elusivas y desconcertantes: imágenes de Pisanello, una serie de crímenes de una misteriosa Organizzazione Ludwig, rastros de una estancia de Kafka en cierta clínica de Riva. La mayor parte del material aquí son las observaciones de lugares, historias mínimas y compañeros casuales de travesía, como si fueran apuntes tomados al azar de un diario de viaje, de un interés muy desparejo. El tercer texto, Viaje del Dr. K. a un sanatorio de Riva, es la reconstrucción de un período de la vida de Kafka en un sanatorio hidroterápico, en su faceta pública como vicesecretario de Seguros de Accidentes de Trabajo y también en su vida íntima, con un supuesto romance fugaz intercalado a su relación con Felice y la incubación de una de sus ficciones. El texto final, “Il ritorno in patria”, es el regreso del autor al pequeño pueblo donde transcurrió su infancia, con los inevitables recuerdos de la guerra.
   Una característica curiosa y un sello personal de los libros de Sebald es la inserción, cada tanto, de alguna apoyatura gráfica de lo que cuenta: noticias de periódicos, mapas, diagramas, e incluso el duplicado de un pasaporte que le robaron, con su propio retrato. Las pocas escenas de humor del libro tienen que ver con este afán de guardar testimonios, que le hace rogar por la calle a turistas extrañados, y muy pronto suspicaces, que saquen para él fotos de algún detalle incomprensible, o con su interés, tomado de manera muy diferente, por obtener durante un viaje en tren la fotografía de dos gemelos adolescentes que le hacen recordar a Kafka.
   Sebald ha sido profesor de literatura europea, director del Centro Británico de Traducción Literaria y obtuvo con Los Emigrantes el premio de Berlín. Es sin duda un escritor al que se le pueden asignar fácilmente adjetivos como “refinado”, “culto” o “exquisito”. A mí -perdón- me parece aburridísimo.

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