La razón literaria, Revista Ñ, agosto 2016

Publicado con el título “La originalidad versus el refrito y el lugar común”, Revista Ñ, agosto 2016. Por Verónica Abdala

Su ensayo “La razón literaria” reflexiona sobre la escritura y polemiza sobre los criterios de valoración de una obra.


Para asegurarse de que sus hijos no pudieran escapar a la lectura, Julio, el padre de Guillermo Martínez –ingeniero agrónomo de izquierda, ajedrecista, autor de cuentos– se negó a comprar un televisor durante los años que duró la infancia de sus hijos. Los domingos, además, les proponía concursos literarios de entrecasa y discutía con ellos sus propios criterios para la lectura, según cuenta el escritor en Un mito familiar , uno de los textos que incluye en su nuevo libro, La razón literaria. Ensayos y polémicas (Seix Barral). A la vista de los resultados, al lector no le queda más que confirmar que la estrategia paterna fue exitosa: Martínez hijo no sólo es uno de los escritores argentinos contemporáneos más leídos y respetados, sino que además despliega sus propios argumentos críticos, en textos y artículos como los que reúne en este volumen.
Lo hace con precisión analítica, aunque sin perder de vista la “erótica de la obra”, recuperando el concepto de la estadounidense Susan Sontag para referirse a la impresión estética que produce una pieza, y a la sensualidad de la recepción, cuando es permeable a las mutaciones que produce la lectura. Así, el autor –que por estos días escribe la continuación de Crímenes imperceptibles – suma a su trayectoria como novelista y cuentista una dimensión crítica, provocadora y personal.

Ya con La fórmula de la inmortalidad –y en el marco de una polémica sobre tradición y vanguardia que lo puso en el centro de la escena, allá por 2005– el escritor había propuesto una defensa encendida de ciertas formas literarias sobre las que vuelve a hacer foco y profundiza en este libro, en el que también aporta su visión sobre la crítica cultural contemporánea, a la que acusa de ciertos maniqueísmos y clichés, que en su visión se repiten en el tiempo con el eco alarmante de la mecanicidad.
“Puede decirse que se trata de un ejercicio de esgrima sostenido, a contracorriente de las tendencias dominantes”, define. “Este libro lo pienso como una continuidad de La fórmula de la inmortalidad . Es una ‘crítica de la crítica’, aunque también me enfoco en aspectos imprevistos de la obra de autores como Gombrowicz, Borges y Henry James, en el vínculo entre ciencias y artes, las leyes del género policial y las consecuencias sorprendentes de las series lógicas para el lenguaje y la literatura, entre otras cuestiones”.

–¿Cuáles son esos “lugares comunes” en los que recaerían los críticos?
–Veo cierta uniformidad, no hay debate de ideas, en esa forma casi automática en que se ejerce la crítica aquí. Apunto a denunciar ciertos lugares comunes, para volver a discutir de literatura y de cultura. En general, se da por hecho un supuesto sentido común que parte de premisas equivocadas. Una de ellas es que las innovaciones literarias se analizan en el plano de lo meramente formal, atendiendo a experimentos de forma, puntuación, etc., cuando esa es sólo una parte muy pequeña de los cambios que se han manifestado en el campo de la literatura a lo largo de las décadas. Los cambios de sensibilidad suelen dejarse de lado, cuando es evidente, por ejemplo, que el tratamiento de ciertas cuestiones –locura, homosexualidad, por mencionar dos– varían drásticamente con el tiempo. Las mayores transformaciones se dan en el tratamiento del tema, no en la forma.

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