Verdades apenas perceptibles / Colautti

Apuntes sobre CRIMENES IMPERCEPTIBLES, de Guillermo Martínez

"A la realidad le gustan las simetrías y
los leves anacronismos..."
Jorge Luis Borges, "El Sur"
Por Sergio Colautti

DETRAS de la intrigante historia de los crímenes imperceptibles hay una trama compleja y sólida, apenas perceptible.

Tres asesinatos de ancianos en los que una serie de símbolos ponen en jaque la inteligencia del matemático Seldom y la sagacidad del narrador (un argentino becado en Oxford para estudiar matemática, una proyección biográfica del propio Martínez) hacen suponer la existencia de un cuarto crimen, que finalmente ocurre y termina con la serie, arrojando luz sobre los hechos. Una luz que encandila tanto como para ocultar a la verdadera culpable, la joven Beth, refugiada entre las sombras de su padre (o de quien cree su padre), el prestigioso profesor Seldom, que inventa una estrategia capaz de eludir la laboriosa indagación del comisario Petersen, complacido con su culpable evidente, luminoso y único.
"El crimen perfecto no es el que queda sin resolver sino el que se resuelve con un culpable equivocado" (135)
Más allá de esa crónica, que relata la colisión entre la serie lógica y la serie policial -en la que cada una va dando cuerpo y sentido a la otra- aparece el tejido que problematiza el relato y lo enriquece hasta aniquilar la noción primera del lector, que cree estar leyendo una novela policial del mejor estilo inglés.
La multiplicación de las series deconstruye la aparente linealidad narrativa y atraviesa ese lenguaje único con otros lenguajes que lo transfiguran en pululación, en cruce, en un texto diverso y caleidoscópico.
La serie matemática es una de ellas. La verdad sobre los crímenes convoca a una interrogación que apunta al interior de la ciencia matemática, jaqueada desde Gödel hasta Wittgenstein por los "enunciados indecidibles" y los "principios de incertidumbre", como escisión entre el concepto de verdad y lo "demostrable". La tensión permanente entre ese proceso teórico-intelectual y la praxis de la historia criminal cobra coherencia y vigor al preguntarse por las posibilidades que permiten y dificultan el acceso definitivo a la verdad.
En este sentido, Seldom oscurece y desplaza la verdad de los asesinatos para Petersen, no para el narrador, con quien mantiene un "imperceptible" hilo de pistas, vislumbres, inferencias e indicios. Del mismo Seldom surge la idea de la "estética como criterio de verdad", que selecciona las respuestas posibles y convenientes para cada caso y las presenta y define como comprobaciones verídicas, sin que lo sean siempre y en todo lugar. Por eso la serie matemática finaliza con las palabras de Wittgenstein: "los términos son siempre insuficientes".
El planteo que incorpora una estética a las dilucidaciones matemáticas permite el cruce con la serie artística, que es clave en la novela: "el gran friso asirio" que Seldom y su discípulo contemplan en las últimas páginas resume y resignifica el texto. En esa obra hay un horroroso crimen escondido entre muchos crímenes, un asesinato confundido en la visibilidad de una serie de asesinatos, como en la novela misma, y una cuidadosa arquitectura matemática; la verdad del arte, aquí, es seńal y signo de la verdad posible, de la aproximación humana a la imperceptible verdad.
Otra serie que compone el tejido es la intertextualidad literaria, trabajada sutilmente desde la idea del "maestro", de la "tradición" que estimula y provoca el texto "propio" (operación que Martínez desarrolla acabadamente en "La mujer del maestro") en donde aparece el cuento matemático y kafkiano de Dino Buzzati, "Siete pisos", las referencias a la "estética del crimen" en Dostoievski o T. de Quincey, la cercanía entre los postulados de Seldom y algunas nociones de Marx, y la presencia de Borges, que analizaremos con más detenimiento más adelante.
Esa construcción, de gran eficacia narrativa, se complementa con los libros de historias policiales (una serie literaria policial) que alimenta la obsesión de Lorna -la novia del estudiante argentino- y las apelaciones a algunos casos entre los que sobresale por su función indicial el registro (entre arltiano y pigliano) de H. Green, que escribe cómo matar a su esposa y planea no el pasado del crimen sino su futuro...
"El peligro principal para el criminal, sostenía, no era la investigación que pudiera hacerse de los hechos hacia atrás -eso podía siempre solucionarse borrando o confundiendo rastros- sino las trampas sucesivas que podían tenderle hacia adelante. La verdad, escribió en términos casi matemáticos, es férreamente única: cualquier apartamiento de la verdad es siempre refutable" (133-135)
Completando la diversidad de la trama, se dejan leer otras series: la de la magia, que incorpora una tensión con la racionalidad científica de la "serie matemática" (y a la vez revisita la tensión de "Acerca de Roderer" entre inteligencia pura y genialidad mística). Aparece, en un plano menor, la partida de tenis con su descripción geométrica, como un ajedrez, que la aproxima también al perfil general de esta novela y a la pugna "ajedrecística" contra Roderer.
En definitiva, todas las series se cruzan para componer el tejido textual, pero lo hacen con una precisión infrecuente desde los textos de Borges. Cada pieza que compone la serie se vincula con las otras, ordenadas con la sapiencia y talento de un escritor maduro que mide cada uno de sus pasos y sus gestos, como en el párrafo final en el que describe los restos del angstum aplastado por el pasar de los coches en la calle, sin signos visibles de su cría, sin marcas de muerte, sin cicatrices, "otra vez limpio, inocente, despejado". Es la condensación final y la figura que cierra el dispositivo novelesco, entendido ya como arte-facto que intenta no sólo el relato plural sino lo plural del relato, su manifestación sinfónica.

Los arduos alumnos de Pitágoras
"Crímenes imperceptibles" puede leerse como una reescritura de "La muerte y la brújula", de Borges. La novela explora y expande las formas y la concepción narrativa del cuento y esa expansión, ese reenvío, la acercan a la operatoria pigliana del "plagio" en el sentido intertextual, es decir, como reelaboración de la tradición, como relectura productiva de los textos "fundacionales", que son puestos en circulación desde otras escrituras que los resemantizan.
En "Crítica y ficción" Ricardo Piglia focaliza convenientemente el cuento de Borges, su enclave histórico y su desintegración posible:
"La novela policial había sido difundida con gran eficacia por Borges que por un lado buscaba crear una recepción adecuada para sus propios textos y trataba de hacer conocer un tipo de relato y de manejo de la intriga que estaba en el centro de su propia poética y que por otro lado hizo un uso excelente del género. "La muerte y la brújula" es el Ulises del relato policial. La forma llega a su culminación y se desintegra" (1)
En el cuento borgeano el asesino (Red Scharlach) diseńa un plan geométrico para que Lönnrot (el detective) lea la serie de crímenes y descubra el cuarto, que es el suyo, en una quinta donde la inteligencia de Scharlach lo espera. Como Seldom, que premedita una serie idéntica para que el joven discípulo argentino infiera el verdadero final. Los dos comisarios (Treviranus en un caso, Petersen en el otro) quedan conformes con la resolución aparente del hecho serial, como si alcanzaran el límite que la razón ordinaria puede pretender; Lönnrot y el narrador de la novela de Martínez, en cambio, parecen poner en práctica el "salto", del que habla reiteradamente la novela.
En los dos textos los estrategas explican detalladamente el plan, poniendo en evidencia el triunfo de sus inteligencias.
Otras semejanzas los vinculan: el principio estético que postula y estudia Seldom para las hipótesis, aparece en "La muerte y la Brújula" en boca de Lönnrot cuando desconfía de la hipótesis de Treviranus para el primer crimen diciendo que es "posible pero no interesante". Las frases que presiden los crímenes son símiles casi directos: "La primera letra del Nombre ha sido articulada", en Borges, es reemplazada por Martínez dejando deslizar el núcleo nominal hacia la lógica: "la primera de la serie... "
El paralelismo se reitera en aspectos menos evidentes: en ambos textos hay registros periodísticos que parecen colisionar con la investigación policial y en ambos casos, también, esos registros son desdeńados por Lönnrot y por Seldom pero muestran, ante el atento lector, una perspicacia notable (en la novela, el periodista intuye la culpabilidad de Beth).
La construcción de las series, en ambos textos, combina hechos azarosos con otros planificados (el primer crimen, en Borges, es casual; en Martínez, ajeno a la decisión de Seldom). El tercero del cuento borgeano es falso: un ingenioso simulacro de Scharlach; el tercero de la novela de Martínez es inexistente porque la muerte es natural. El cuarto, en los dos, es el más trágico y decisivo, el que devuelve el orden al desorden que las series inician en el ajedrez del cuento y la novela.
Más allá de estas coincidencias puntuales, el sentido más profundo de la operación de Martínez es el anclaje que propone para su propia obra, vinculándola con la narrativa policial "inglesa" que Borges y Bioy habían llevado a su culminación. "Crímenes imperceptibles" revisita esos textos (de los que "La muerte y la brújula" es cifra y emblema) pero lo hace desde un sitio no borgeano (la novela) y desde allí reelabora lo que parecía definitivo y concluso. Sin explicitarlo, la novela asume la herencia y la superación del maestro al trabajar su escritura como reconstrucción de la ejemplar trama del autor de "Ficciones". La multiplicación serial, que describimos en la primera parte de este análisis, y el diseńo de un "artefacto" narrativo sin fisuras, satura los parámetros del "policial" para exponerlo como interrogación sobre las posibilidades de acercamiento a la verdad en los tiempos posmodernos. A la austera perfección del cuento borgeano, la novela de Martínez opone una proliferación textual que cruza y condensa los recorridos que indagan la verdad. De un proceso similar parece hablar Piglia cuando lee cierta tradición nacional sobre la "trama de relatos" en la literatura argentina:
"Libros que son como lugares de condensación de elementos literarios, políticos, filosóficos, esotéricos... libros como un mapa, como hojas de ruta..." (2)
En un momento de la novela Seldom elude los requerimientos de su discípulo argentino para conocer más detalles sobre los crímenes y lo impulsa a seguir investigando. Aparece allí la referencia a un escritor que habla de los matemáticos como "los arduos alumnos de Pitágoras". Borges, desde la sutileza de la cita, es la figura omnipresente del texto, aunque apenas perceptible.


REFERENCIAS:

1)Piglia Ricardo, "Crítica y ficción", Siglo XXI, Bs As, 1990, pág. 114
2)Piglia Ricardo, "Crítica y ficción", Siglo XXI, Bs As, 1990, pág. 66